Ninguna historia en la Biblia es más conmovedora respecto a la ingratitud humana que la de los diez leprosos (Lucas 17:11 - 17). En su desesperación le suplicaron en lloro a Jesús para que los sanara. El Señor los sanó, pero solamente uno regresó para rendirle alabanza.
Sucede muy a menudo que cuando una persona consigue lo que desea no recuerda decir: "¡Gracias!.
Puede ser molestoso para algunos comprender cuán ingratos podemos resultar para con nuestros semejantes, pero las mayores ingratitudes manifestadas por tantos, es a Dios.
Una antigua leyenda contaba que Dios envió al mundo a dos ángeles, uno se llamaba "Oración" y el otro se llamaba "Dar Gracias". Cada uno portaba consigo una canasta. El contenedor que cargaba las oraciones al Cielo era inmensamente grande, y contenía muchas peticiones. Sin embargo, la canasta para las notas de agradecimiento era muy pequeña, y sólo fueron recibidas unas pocas expresiones de gratitud de las millones de personas que eran bendecidas.
Bendice, alma mía a Jehová,
y no olvides ninguno de Sus beneficios.
Salmos 103:2
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