11 VESTÍOS DE TODA LA ARMADURA DE DIOS, PARA QUE PODÁIS ESTAR FIRMES CONTRA LAS ASECHANZAS DEL DIABLO. 12 PORQUE NO TENEMOS LUCHA CONTRA SANGRE Y CARNE; SINO CONTRA PRINCIPADOS, CONTRA POTESTADES, CONTRA SEÑORES DEL MUNDO, GOBERNADORES DE ESTAS TINIEBLAS, CONTRA MALICIAS ESPIRITUALES EN LOS AIRES. 13 POR TANTO, TOMAD TODA LA ARMADURA DE DIOS, PARA QUE PODÁIS RESISTIR EN EL DÍA MALO, Y ESTAR FIRMES, HABIENDO ACABADO TODO. Efesios 6:11,13
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2.10.2022
2.07.2022
Lucas, un evangelio universal
La última Pascua y el anuncio de los tiempos de prueba (22: 24-38)
De manera bien significativa, apenas Jesús señaló cuál era
el verdadero cristianismo (22: 24-27), anunció a sus discípulos dos realidades
importantes: que habría una recompensa en el futuro (22: 28-30) y que también
vendría un tiempo de prueba y que además sería muy pronto (22: 31-38). Resulta interesante ver cómo a lo largo de la
Historia del cristianismo se ha deseado adelantar la promesa de la recompensa
futura y cómo, a la vez, se ha procurado evitar la prueba. A los apóstoles les esperaba un Reino
asignado por Jesús en el que disfrutarían del banquete mesiánico y en el que
juzgarían a las tribus de Israel (22:28-30).
Resulta obligado preguntarse hasta qué punto no es una deformación
diabólica la actuación de determinadas instituciones que intentaron crear ese
Reino de Cristo recurriendo a la violencia y al enmarida miento con el poder a
la vez que se dedicaban a perseguir con saña a los judíos. Como podemos ver en el genial relato de El
Gran inquisidor de Dostoyevsky, la enseñanza de Jesús ha sido sustituida por un
culto al poder, al dominio y a la influencia que ha desplazado totalmente la
promesa original del Reino. Pero Jesús, en aquella noche decisiva, no sólo tenía un
anuncio de alegría futura asignada por él sino también una advertencia de
peligro cercano. Satanás había pedido a
los apóstoles para zarandearlos como a trigo (22: 31). No se había atrevido a solicitar que fueran sometidos
a su poder o que pudieran perder una salvación que el verdadero creyente no
puede perder, pero sí el llegar tan lejos como pudiera. Y Dios, como en el caso de Job, se lo había
concedido. Seguramente, nunca llegaremos
a entender en este mundo por qué Dios concede al Diablo que pueda interferir en
nuestras vidas y que incluso esa interferencia se pueda traducir en ocasiones
en persecución, proscripción, cárcel, exilio o muerte. Pero hay dos circunstancias claras. La primera es que Dios controla siempre las
situaciones y que todo, absolutamente todo lo que nos suceda, será para bien si
formamos parte de los que son creyentes verdaderos en el sentido bíblico
(Romanos 8: 28) y la segunda es que siempre contaremos con el respaldo de la
intercesión de Jesús en nuestro favor como le indicó a Pedro (22: 32). Naturalmente, como el torpe Pedro nosotros
podemos pensar que nuestras propias fuerzas son las que nos permitirán
atravesar la prueba (22: 33), pero Jesús deja bien claro que la perseverancia
no depende de nosotros sino de él (22: 33-34).
Por si solo Pedro – como nosotros – a lo que iba a llegar era a la
cobardía y a la negación repetida de Jesús (22: 34).Jesús tuvo que recordar a sus discípulos que ya en el pasado
había provisto por ellos y nunca les había faltado nada (22: 35). Ahora iban a venir tiempos difíciles en los que
habría que estar preparados para lo peor.
Jesús utilizó en ese momento la metáfora de la espada (22: 36) no porque
estuviera instando a sus discípulos a armarse sino porque les indicaba que la
violencia iba a hacer acto de presencia con una dureza especial. A fin de cuentas, todo lo profetizado sobre
el mesías-Siervo de YHVH, todo lo anunciado por él durante años se iba a
cumplir de la manera más literalmente cruel (22: 37). Totalmente confusos, los discípulos le
señalaron que entre todos contaban con dos espadas - ¿a quién pertenecerían
aquellas armas aparte de a Pedro? – a lo que Jesús repuso un cansado: Ya basta
o Es bastante (22: 38). No porque con
tan escaso armamento fuera posible defender nada sino porque ya estaba bien de
la poca capacidad de comprensión de los discípulos.De nuevo, a lo largo de la Historia, abundan los ejemplos en
que los denominados cristianos no entendieron nada. Pensaron que la espada y la lucha armada
podrían evitar las pruebas precisamente cuando eran esas pruebas las necesarias
para que vivieran como cristianos, para que captaran que Dios los protegía en
medio de toda eventualidad, para que comprendieran que su perseverancia no
dependía de ellos sino de la intercesión de Jesús. También ahora, como entonces, al escuchar la
pretenciosidad de Pedro o la enumeración del acopio de armas Jesús sólo puede
decir un lacónico: Basta. Basta de no
entender. Basta de pensar que todo lo
podéis hacer vosotros. Basta de pasar
por alto que sólo confiando en Jesús podréis atravesar con éxito la
prueba. Así iba a quedar de manifiesto
en escasas horas.
Fuente: La Voz de César Vidal
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